En ocasiones, especialmente ante situaciones repetitivas, nos preguntamos ¿por qué? a mí, y si la situación es dolorosa, hasta nos atrevemos a pedir a pedir explicaciones a Dios o a quien este ahí:”que he hecho yo para merecer esto”.
Pero lo que deberíamos hacer, especialmente cuando las circunstancias así nos lo hacen ver, (enfermedades bien sean psicológicas o físicas), es mirar hacia atrás en nuestra vida, en nuestro pasado, pues la respuesta está en nuestra propia vida en nuestra experiencia, está dentro de nosotros. Debemos buscar el origen de lo que hoy nos desequilibra, sacarlo a la luz y transformarlo en experiencia, en aprendizaje, en conocimiento, porque de esa forma no pesa.
A veces tenemos la sensación de que a lo largo de la vida hemos ido llenando nuestra mochila de experiencias dolorosas que llevamos con nosotros donde quiera que vayamos. Es necesario vaciar ese equipaje, mirarlo a la luz de consciencia que hoy tenemos, limpiarlo de emociones y sentimientos no expresados, cubrir las necesidades que surjan y volver a colocar esa pieza nuevamente encajándola bien entre las restantes.
Desde el momento de la concepción, durante la gestación y en los primeros años de vida, se van colocando los ladrillos que formarán el edificio de nuestra personalidad. Este es un proceso que lleva a cabo nuestro hemisferio cerebral derecho, que registra todo lo que nos sucede como impactos emocionales. Estos primeros bloques caen de forma anárquica y desordenada. A lo largo de los años, seguimos colocando ladrillos, pero ahora ya ordenados porque tenemos el hemisferio cerebral izquierdo desarrollado, hasta conformar el edificio de nuestra personalidad consciente, que es lo que habitualmente mostramos al exterior.
El problema es que cuando las circunstancias de la vida cambian (pérdida de un ser querido, de un trabajo, rupturas, engaños, decepciones…) la estabilidad se ve amenazada y nuestro edificio se tambalean porque sus cimientos no están bien colocados.
Así pues, se hace imprescindible bajar hasta esos registros del pasado que forman nuestra biografía oculta, para poder liberarnos del miedo y sacar a la luz lo que se esconde en la sombra, dentro de nosotros.
Una vez llevado a cabo ese alumbramiento, se trata de colocar nuevamente el hecho de forma consciente, encontrando el sentido que esa experiencia ha tenido en nuestra vida, con lo cual la vida transforma en una fuente de experiencias.
A partir de ese momento uno deja de preguntarse ¿por qué? mirando al pasado y se instala en el presente y, mirando al futuro, deja que surja una nueva pregunta ¿para qué? porque cuando se entiendo lo vivido desde la mente y se revive desde el corazón, se asimila, forma parte de nuestra experiencia de vida y de ahí se convierte en conocimiento.
Existe en nosotros un miedo ancestral a afrontar el dolor y, por tanto, mientras no lo superemos lo reviviremos una y otra vez cuando las circunstancias sean similares. Estos miedos y dolores son superables y puedes luchar contra ellos cuando los sacas a la luz de la consciencia.
La vida es un maravilloso proceso de evolución y en cada etapa hemos de aprender para seguir avanzando hacia la siguiente. La consciencia es el elemento imprescindible para salir del dolor, y es la forma de no seguir creando más dolor en el presente.
Se trata pues de armonizar nuestra biografía oculta, de encontrar las claves de porque somos como somos, porque hacemos lo que hacemos… Es romper con la memoria activa del pasado y liberarse para vivir el presente de forma más plena, más consciente, más feliz.
En definitiva debemos de buscar dentro de nosotros las respuestas, que nos darán la solución a nuestros problemas.
Afortunadamente las terapias emocionales que hoy se practican, son verdaderos atajos que buscan las causas y desde ahí se modifican los efectos.
Hasta otro día amigos.
Un abrazo
Agustín.
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