viernes. 26.04.2024

113. Evolución y dolor (II)

Muchas veces tenemos miedo a enfrentarnos a nuestra realidad interior, a nuestros monstruos internos  o más bien podríamos llamarlos miedos, pero la experiencia me dice que cuando somos capaces de sacar fuera aquello que nos atemoriza, lo que nos causa tanto dolor, nos damos cuenta que no es tan grande, ni tan doloroso, que es nuestra propia ignorancia, el autoengaño de nuestra mente lo que le ha dado fuerza y lo ha hecho grande a lo largo de los años

Evolución y dolor

Cuando la persona, mediante la técnica adecuada, si hace falta con ayuda, conecta con alguno de esos episodios ocultos y los vivencia libera la carga emocional que tenía atenazada a su mente y el hacho sale a la luz involucrando a todas sus facetas: física (descarga hormonal), energética, mental (evocando imágenes), y emocional ( se reviven los emociones originales). En ese momento es cuando el suceso puede ser observado a la luz de la consciencia actual, desde una nueva perspectiva, que te lleva a una comprensión en la que no solo está involucrada la mente, sino  también el corazón.

Este nuevo entendimiento produce una descarga de endorfinas, la hormona de la felicidad, esa substancia endógena generada por nuestro cerebro y que es buscada por los heroinómanos. Solo que en este caso no corremos ningún peligro, pues la fabrica nuestro propio organismo.

El proceso podríamos resumirlo así: el daño, olvidado y escondido en nuestro cuerpo emocional, instalado en un hueco abierto por el miedo al dolor, es sacado a la luz de la consciencia, lo cual produce la liberación de la energía retenida. En esos momentos la persona experimenta una gran sensación de alivio, de libertad, como si se hubiera liberado de un gran peso, se siente mucho más ligera y libre. Cuando ese daño es sacado queda un hueco libre que es rellenado por las endorfinas, lo cual nos produce esa sensación de bienestar, de libertad.

La persona alcanza un estado de gozo y  plenitud  que le transporta –de manera inconsciente- con los meses de permanencia en el claustro materno, un tiempo y un lugar que en si mismo ofrecía seguridad, protección, acogimiento, donde flotaba en el liquido amniótico, cargado de gratificantes endorfinas.

Tal es el efecto que la persona al terminar el proceso de sanación y entendimiento de sus daños, tiene una mayor claridad de ideas, expresión de serenidad, de alegría. Hay una mayor lucidez en su mente al ser consciente de haber encajado una pieza de su vida que estaba mal colocada y le producía daño.

Se siente  emocionada, alegre y con muchas ganas de seguir adelante, incorporando a su vida, los capítulos resueltos y aprendidos, lo que le da una mayor consciencia y ánimos para afrontar nuevos retos.

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

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113. Evolución y dolor (II)