martes. 23.04.2024

El eco del tambor de los quintos

Confirmación del bautismo del escritor Juan Antonio Pérez Mateos
Confirmación del bautismo del escritor Juan Antonio Pérez Mateos

¿Qué caracola nos ha convocado a lo que Proust llamaba “en busca del tiempo perdido”? Quien fuere y, a su voz, hemos retornado por unas horas al eco de Palumba – a Palomero – donde yo vería la luz del mundo, en la posguerra, en la soledad de la muerte y la metralla, cuando la vieja piel de toro resistía la explosión de las bombas y el hambre dibujaba de verde los rostros de los hombres. Nosotros, dormíamos el sueño de los recién nacidos. Cuántos años, cuanta vida, cerca y lejos, con el recuerdo – “lo mejor del recuerdo es el olvido” -, ahora abrasaba quizás el mismo sol, recogidos en el baile de Gorgonio, baile y cine, donde sonaba el saxofón, “la columna” de un tronco, ¡oh, Basilio!. El cine…, el juego de las cartas en el patio…; ahí duermen nuestros sueños, reposarán en la memoria los rostros más bellos del mundo, en suma, la vida que habitaba en nosotros, el misterio, en suma, de vivir… Y ha pasado tanto tiempo – no pasa el tiempo; pasamos nosotros -. Ahora el sol deslumbraba las nuevas fachadas de las casas, de este pueblo que duerme mansamente en mi memoria, “recuérdalo tú; recuérdalo ahora”, remozado, calles y plazuelas donde escucho palabras, aspiro el olor de la lumbre, la escuela, los arroyos, la laguna, helada en invierno, mágica. ¡Oh, pueblo de posguerra! Cruz de los Caídos, Peña del Vago, el último sol de la tarde se iba conmigo en la Plaza Nueva, plaza de juegos, tres acacias, la solana, donde las viejecitas decían adiós al Sol, antes de pasar la Sierra de Dios Padre.

Cuánto recuerdo en estas horas, donde los nacidos en 1941, hemos sacado del baúl de los recuerdos, gozos y estampas sepias, las escuelas, las fiestas, la imagen de la Virgen de la Peña de Francia, el sastre de Hervas, el coche correo Hervás – Casar de Palomero. Llora el tiempo sus recueros, lo lloramos nosotros…en este salón de baile – de Gorgonio -, hombres de 1941, año del hambre, unidos fraternalmente como “quintos”- yo no haría el Servicio Militar -. Día de vino y rosas, Hipólito Herrero y Sacramento; Ovidio y Concha, Felipe, José Jiménez, urdidor de este acto; Estrella Tejedor, Felipe Martín… Y los demás –disculpadme la cita de vuestros nombres -.

Ovidio – que reminiscencia tan lírica y romana – dejaría caer, con la vieja concha, el agua bendita sobre la cabeza de este humilde escritor -, allí, cuarto oscuro, luz tenue – don Juan Retortillo, el sacerdote entonces, 1941-, cuando sobre la piel de toro reinaba el hambre y las dos Españas dejaban en la cuneta un millón de muertos. Mi madre le pediría un exceso de sal a don Juan para una vida con gracia, la mía. Ahora, sí me despertaría de un sueño, que solo Dios sabe; y vería la postal de la realidad y la llamada “hambruna” de rostros verdes, el estraperlo, España, tres años como tres siglos, rota y dividida.

Ahora festejábamos este hurto a las horas del tiempo -, marcados por “los quintos”, fusiles y guardias. Ahora, sin embargo, momentos de vida y rosa. Vaya si ha llovido desde entonces. No pasa el tiempo; pasamos nosotros, extrañamente, entre la caracola de las horas.

Juan Antonio Pérez Mateos, escritor y periodista.

Este diario lo hacemos todos. Contribuye a su mantenimiento

ING Direct - Sierra de Gata Digital
Nº CC ES 80 1465 010099 1900183481

El eco del tambor de los quintos