martes. 23.04.2024

Adolfo Suárez: El poder y la gloria

Adolfo Suárez y Juan Antonio Pérez Mateos
Adolfo Suárez y Juan Antonio Pérez Mateos en el madrileño Club Siglo XXI

Detrás de cada español, subyace el sueño de la gloria: “Las cinco de la tarde” o, lo que es lo mismo, encarnado en un torero o en un político, muy propio de la condición humana. No cabe duda de que Adolfo Suárez– que Dios guarde – había nacido para la gloria, escondía una voraz vocación política y un gran deseo de Poder, hasta que, con él, se abriría la puerta del Palacio de la Moncloa, para presidentes y jefes de Estado extranjero. Con él, se abrirían esas puertas y el balbuceo de la España democrática.  Esta singular imagen de Suárez, vestido de traje campero, dispuesto a lidiar un becerro, representa otra búsqueda de la gloria del político abulense, el del toque de clarines y tambores. 

En el Ávila teresiano de posguerra, por donde andaba mi añorado amigo, el filósofo Aranguren y el singular republicano e historiador, Cluadio Sánchez Albornoz, una vez más, las dos Españas, época, en la que la ciudad de las murallas, se convertiría en el rodaje de  una película de Orson Wells, rodada en exteriores de ensueño … En aquel cinturón de piedra, alma de ascetas, gloria teresiana, Adolfo Suárez quizás llevara una pizca de clarines y puerta grande, en la gloria lorquiana de “las cinco de la tarde”, entre monasterios e iglesias, eco de coros angelicales, ejemplo de vida provinciana, abrochado el recinto urbano por un singular y bello cinturón de piedra, torreones y almenas, severidad del alma castellana. 

En el marco de esa España, de laudes y latines, rosetones medievales, años de posguerra, el amigo Manuel Mateos, hecho entre fríos y sueños, personaje singular, me deja esta imagen tan castiza como española de Adolfo Suárez, dispuesto a hacer el paseíllo, en la plaza de toros de Ávila,  posa para la posteridad con unas damas abulenses, bellas con mantón de mantilla y peineta, como marca la tradición hispana. La imagen  de Adolfo, vestido de traje campero, vale más que mil palabras, un “diestro”- Presidente encarnado en la tauromaquia y la política hispana -. 

Adolfo Suárez, vestido de corto, antes de una becerrada en la plaza de toros de AvilaSin duda, Adolfo Suárez estaba llamado para la gloria, a pesar de su pasado falangista. Estaba escrito, como si una gitana le hubiera leído la mano, ser con un halo de “baraka” - suerte que dicen los árabes -, a pesar de ser un simple abogado y hombre importante en la Acción Católica abulense. Porque Adolfo estaba convencido y llamado para encarnar el poder, hasta el punto de afirmar, con constancia: “Un día, yo seré Presidente”. En esa época, Herrero Tejedor era el gobernador civil de Ávila. Adolfo estaba seguro de su gloria. Y, naturalmente, que la conseguiría. ¿Qué estaría pensando en esta imagen? Estaba escrito en las estrellas, bajo el cielo borroso entre el franquismo y la democracia.  El instinto de Don Juan Carlos lo llevaría – a Adolfo – a enhebrar la alfombra mágica de una España en transición, luz en un sueño franquista, derribar una España de posguerra y abrir la llama del pebetero de la Transición.  El Rey  y Adolfo tenían, en sus manos, esa llave mágica de la llamada Transición.

La dadivosidad del padre de Manuel Mateos, le ayudaría a Suárez hasta pagarle alguna matrícula en la Universidad de Salamanca. Convencido de la realidad de sus sueños, llamado para la gloria, Adolfo le decía - hasta saciedad -, a las hermanas de Manuel que “sería presidente de España”, seguro, sin titubear, cuando le preguntaban qué sería de mayor.  

¿Qué pasó esa tarde?, la del festival taurino; lo ignoro. Adolfo se sumía en sus sueños de gloria. Y, gracias a Don Juan Carlos, ambos sellarían con lacra mayor los cuarenta años, nos abrirían ese largo portón de franquismo. Qué pensaría Adolfo Suárez antes de hacer el paseíllo, en la imagen con estas damas, cuando él estaba seguro de la realidad de sus sueños y así fue cómo abriría el portón de un palacio llamado La Moncloa.

Juan Antonio Pérez Mateos, escritor y periodista.

Pies de foto: Adolfo Suárez, vestido de corto, antes de una becerrada en la plaza de toros de Avila. 

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