sábado. 20.04.2024

Sierra de Gata se muere

Veo aquí, en estas páginas, con dolor “que el digitalino se muere”. Y ese dolor viene no porque de vez en cuando escriba algo en él; la vanidad de ver mi nombre bajo el título de un artículo o en la portada de un libro está sobradamente satisfecha. El dolor que siento por la muerte de este periódico es porque preveo que esta muerte es el indicio de otra más grave: la de la agonizante Sierra de Gata.

Veo aquí, en estas páginas, con dolor “que el digitalino se muere”. Y ese dolor viene no porque de vez en cuando escriba algo en él; la vanidad de ver mi nombre bajo el título de un artículo o en la portada de un libro está sobradamente satisfecha. El dolor que siento por la muerte de este periódico es porque preveo que esta muerte es el indicio de otra más grave: la de la agonizante Sierra de Gata.

En la segunda mitad del siglo XIX un periodista mexicano se lamentaba de la decadencia de su país y de la influencia de los vecinos diciendo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Nosotros podríamos decir algo peor: “Pobre Sierra de Gata, tan lejos de Dios y de los hombres”.

Y podríamos decirlo porque nadie se preocupa de nosotros como debiera. Oímos, sí, a dirigentes políticos provinciales o regionales afirmar que la Sierra es el mejor de los mundos, que si patatín, que si patatán. Todo son flatus vocis, palabras vacías, porque a la hora de la verdad ninguno hace nada. La Sierra está lejos y los electores son pocos, dicen para sus adentros los escasos dirigentes que nos escuchan mientras nos pasan la mano por el lomo.

En cierto modo eso es previsible. Lo que no es previsible es que quienes dirigen la Sierra y viven en ella se comporten igual que esos dirigentes foráneos que de ven cuando incluso nos visitan con la misma cara de sorpresa y espanto que quien va a ver a los indígenas de la Amazonia.

No he oído a ningún alcalde quejarse de lo mal que estamos. Sí he oído, y leído aquí, las quejas de instituciones ciudadanas y cuando voy por la Sierra escucho los pesares y la desilusión de la gente: -Esto va mal, nos quitan médicos y otros servicios, quieren que nuestros hijos en edad escolar vayan a estudiar a Ultramar, los ayuntamientos apenas pueden pagar los servicios esenciales; pero, nadie hace nada- oigo decir a más de uno.

Me duele el conformismo y la resignación de la gente. Pero, me duele y hasta me exaspera mucho más que los dirigentes locales y comarcales (si es que estos últimos los hubiera) guarden silencio. A ninguno le he oído exigir que se cumpla el artículo 130.2 de la Constitución que habla de “un tratamiento especial a las zonas de montaña”. A ninguno le he oído hablar del valor ecológico de nuestros ecosistemas y defenderlos.

No hace mucho hablaba con una profesora originaria de la Sierra. Ambos llegamos a la misma conclusión: el gran problema de nuestra comarca (¿acaso también del país llamado Reino de España?) es la decapitación, la falta de cabezas dirigentes y pensantes capaces de sacar los pies del tiesto si fuera preciso, de quejarse una y mil veces, de pedir ayuda racional (no limosnas) para explotar nuestros recursos naturales que son más abundantes de lo que nosotros mismos creemos.

En este periódico vemos las quejas de instituciones ciudadanas. No sabemos si las escucha alguien; pero si “sierradegatadigital” desaparece los mandamases provinciales y regionales encontrarán las excusa perfecta para justificar su inacción: no sabíamos nada, nadie nos dijo nada.

Parece ser que lo único que esperan de nosotros es que muramos en silencio. Aunque algunos protestemos, mucho me temo que tengamos que hacerlo así.

Sierra de Gata se muere