jueves. 28.03.2024

LAS LETRAS DEL VIENTO. Cigüeñas

Cigüeñas
Cigüeñas

Ya estaréis, amigas, entrañables cigüeñas, por estos lares, - “por San Blas, la cigüeña veras”- y hasta nos sentimos más alegre con vuestra misteriosa llegada, que dejáis en el aire un vuelo majestuoso, unas alas aladas del viento, empaque de damas aristócratas con vuestro sello singular, estatua de aire entre las pasarelas de las nubes o pisando con garbo sobre la alfombra verde de los prados, que hasta nos hacéis más jóvenes, más niños, coronando vuestro reinado en lo alto de los campanarios, trazando esa urdimbre de tallitos y convertirlos en nido como palacio premiado entre los arquitectos del universo, animadas con vuestro cántico peculiar, lo que llamamos, simplemente, “machar el ajo” y fijaos si seréis damas del aire, puntuales con vuestra cita y esa llamada tan vuestra, tan sonora, qué señorío, cómo pisáis altivas, mirando por encima del viento a las aves menores, vosotras cigüeñas que me retornáis a  mi infantil y adolescente campanario de Villanueva de la Sierra o al de la iglesia cacereña de San Mateo, que tenéis, ilustres aves aristócrata, torre en la ciudad antigua de la Vieja Norba, pues claro, como si llevaseis una capa de seda, señoras cigüeñas, de la vieja Castra Cecilia y, me pregunto, qué pensarán las otras damas del aire, o los simples y aldeanos jilgueros o las veloces golondrinas artesanas de unos nidos robados a la tierra y prendidos en los palacios como escudos medievales.

Sí, mis bellas cigüeñas, humanistas de las nubes, tan lejos de la soberbia aeronáutica de los pájaros de acero, que eso sí es volar, pero sin vuestro garbo, con la sencillez de vuestras sencillas alas, ahora que llegáis no sé de dónde, misteriosas, pero llegáis fiel a vuestra cita –“por San Blas la cigüeña verás” -, y os esperamos con los ojos abiertos como únicamente se hace con vosotras y dejamos la mirada en esas alas majestuosas, que, además, no sé qué habréis hallado en Extremadura, ese buscar la pista verde de la pradera, o la altivez de la torre, quizás la belleza de la dehesa o la curiosidad de los pueblos, ya veis, lo solo que están, que os asombrareis de sus calles y plazas desiertas, madres sin niños, madres a las que sabéis el regalo que dejáis en sus vientres, que de niño siempre oía decir una mujer a otra cuando viene la cigüeña y, vete a saber, a qué venís, independientemente, que elegís la extensa tierra extremeña, los encinares de nuestra Extremadura, qué tendrá este baldosín del terruño, tierno y verde, arbóreo, para que mostréis el garbo de vuestra andadura, por la pasarela de la extrema y dura tierra nuestra; y hasta viene la popular Lupita, mascota del día de Extremadura, y hasta os situáis, como Dios manda, bien en los campanarios o junto a la torre del reloj y no digamos el dibujo, el trazado y la emoción con que os miran los vecino de El Gordo, donde hasta hacéis labores de encaje – hasta sesenta cigüeñas os habéis posado en el tejado de la iglesia -; y ahora que el hombre vive tan alejado de la Naturaleza, os habéis “montado” estos vuelos como si compitieseis en esa muga, donde el paisaje se enseñorea de encinas y vosotras dibujáis el arte de los vuelos entre los algodones de las nubes, mientras prendéis nuestras retinas y gozamos con vuestra puntual presencia, que no, no somos nadie sin vuestra altivez, sin el señorío de aristócratas de las nubes, que os desprendéis de ese velo de alta altura, para regalarnos vuestras alas de aire sobre la pradera, hasta abrir las alas y dejarnos solitarios en la aldea y en el campo…; y a esperar la sorpresa del retorno en la pasarela de “febrerillo loco, que de todo da un poco”. Por algo se nos hace tan larga vuestra llegada, porque añoramos vuestra ausencia y nuestros ojos, sin vuestra estampa, no son los mismos.

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