jueves. 25.04.2024

Los responsables de las vías urbanas, es decir, los ayuntamientos, deben garantizar unos mínimos de seguridad vial en los entornos escolares. Evidentemente, no podemos exigir que un municipio de 500 habitantes coloque un semáforo o un policía local en la salida del colegio, pero existen otros muchos mecanismos que, sin duda, mejorarían la situación.

Para determinar hasta qué punto son seguros los entornos de nuestros centros escolares, hemos visitado 41 de educación infantil y primaria (CEIP) de algunas de los principales municipios de nuestra región. Y esto es lo que nos hemos encontrado.

Movilidad poco sostenible

Afortunadamente, las grandes urbes extremeñas siguen siendo asequibles. Sólo las dos capitales y, en menor medida, Mérida y Plasencia, pueden generar algunos problemas para que los niños puedan llegar cómodamente hasta sus colegios. Sin embargo, no es algo inusual que se organicen verdaderos atascos de vehículos en las horas de entrada y salida de clase, entre otras cosas, porque sólo 3 de los 41 colegios visitados disponían de espacio adecuado para aparcar. No obstante, los conductores debemos participar también en la solución de este problema y, si es posible, dejar el coche a unos minutos andando del colegio, en lugar de intentar dejarlo en la misma puerta. Además, las redes de “carriles bici” que se están creando en algunas ciudades no llegan a ninguno de los colegios visitados.

Por otra parte, y aunque es cierto que la mayoría de las aceras que rodean los centros escolares visitados están en óptimas condiciones, es lamentable observar algunos casos en los que existen alcorques de árboles sin tapar, socavones sin señalizar o plantas que invaden por completo el acerado, obligando a los peatones a bajar a la calzada.

En cuanto a los colegios en sí, hemos observado dos aspectos importantes: en primer lugar, la existencia de zonas apropiadas para que los padres puedan esperar a que salgan sus hijos y estos puedan moverse con seguridad. En este caso, más de la mitad de los colegios visitados no cuenta con zonas de espera propiamente dichas, lo que obliga a esperar en la calzada o entre los coches que aparcan en la puerta del colegio. Así, sólo el 17% cuenta con una zona de espera propiamente dicha, mientras que el otro 32%, al menos, ha dispuesto un ensanche en la acera con una valla, natural o metálica, que la separa de la calzada.

Otra cuestión muy llamativa y que también pone de manifiesto la falta de previsión es la colocación de mobiliario urbano en estas zonas de espera o, peor aún, la ubicación de contenedores de basura junto a los pasos de peatones que derivan al centro y que impiden, desde el punto de vista de un niño pequeño, ver si se aproxima algún vehículo. Así ocurre en casi la quinta parte de los colegios visitados, siendo tan fácil de solucionar como cambiar los contenedores de lugar.

Muchos responsables municipales podrán achacar a la crisis económica la falta de mantenimiento de acerados y calzadas. Y es verdad que, en ocasiones, acometer esas obras puede tener un coste elevado. Pero lo que no supone ningún esfuerzo económico es colocar y mantener en perfectas condiciones las señales de advertencia y los pasos de peatones en los alrededores de las zonas escolares.

Sin embargo, el 30% de los colegios visitados carecen de señales que adviertan a los conductores que circulan por una zona escolar, y en casi el 70% no existen señales específicas de reducción de velocidad. En este sentido, es muy destacable el esfuerzo de Mérida y Don Benito por señalar la velocidad máxima, aunque han optado por pintar la limitación en la calzada y su estado, en casi todos los casos, impide que cumplan su función, pues apenas se aprecian.

En cuanto a los pasos de peatones, verdadera guía de los niños sobre cómo y dónde cruzar la calzada, están señalizados verticalmente en el 75% de los casos. Pero que exista la señal no quiere decir que se pueda ver, pues en muchos casos está parcial o completamente oculta por la vegetación que la rodea. Otro defecto muy fácilmente subsanable. La otra forma de señalizar un paso de peatones es su característica pintura, tradicionalmente, rayas blancas y negras. Pero tampoco ayuda mucho en el 37% de los casos en los que su estado impedía incluso que se viera. Además de la señalización de los pasos de peatones, resulta muy importante que los conductores reduzcan la velocidad cuando se aproximan a ellos. Sin embargo, no se les advierte adecuadamente, pues casi el 70% carece de señales que se lo indiquen.

Otra forma mucho más drástica de obligar a reducir la velocidad es colocar bandas de calmado o elevar el propio paso de peatones. A pesar de las molestias que causan en los conductores, cada vez es más frecuente verlos en las grandes avenidas de nuestros pueblos y ciudades. En cambio, son casi anécdota en los entornos de los colegios, pues sólo el 37% de ellos cuenta con pasos elevados y el 24% con bandas de calmado.

Mucho por hacer

La conclusión que obtenemos tras analizar los datos obtenidos es clara: es absolutamente necesario un mayor esfuerzo, sobre todo, en la conservación de señales verticales y horizontales en los entornos de los colegios de nuestros hijos. Repasar pintura, recolocar señales, instalar vallas o podar árboles son prácticas muy necesarias que deben convertirse en rutina para los ayuntamientos. Pero los padres no debemos olvidar que la educación de nuestros hijos, también en lo que se refiere a la seguridad vial, es tarea compartida por todos. Por ello, y aprovechando el camino de casa al colegio, podemos ir explicándole las principales precauciones que debe adoptar como peatón, el significado de las señales que se encuentran cerca de su colegio...

Seguridad vial en los colegios, para septiembre