jueves. 28.03.2024
EN EL CUMPLEAÑOS DE PABLO ALEJANDRO PÍO

Cien años de alegría entre las cabras

El pastor de la Villa de Torre de Don Miguel ha cumplido cien años. La localidad y la Residencia Virgen de la Asunción organizan una fiesta en su honor con la participación de todos sus compañeros y familiares. Este digital se suma a su fiesta y regala a su familia un álbum de imágenes para el recuerdo de este entrañable día

Don Pablo Alejandro Pío, pastor de la Villa de Torre de Don Miguel, cumple 100 años38
Don Pablo Alejandro Pío, pastor de la Villa de Torre de Don Miguel, cumple 100 años38

Toda esta historia comenzó a tejerse en 1916, cuando el 25 de mayo, nació el torreznero Pablo Alejandro Pío, cabrero de la Villa de Torre de Don Miguel. 

Cien años más tarde, Pablo mantiene la sonrisa que le convirtió en un ser querido con apenas 11 años, cuando comenzó como rabadán de Teófilo Alejandro, El Chano, pastor de la Villa antes que él. 

La Guerra sorprendió a Pablo en el Sahara y por ella recorrió el país como camillero, cargando con sus dos manos las parihuelas y en el cincho, la pistola y al hombro, su fusil. 

A su regreso a la Sierra Pablo trabajó como peón caminero en la carretera del embalse del Borbollón, donde descansaba entre tajo y tajo al abrigo de un chozo para evitarse caminar los once kilómetros que le separaban de su pueblo natal. Recuerda con su sonrisa desdentada su chapoteo en las aguas que lambían las orillas del pantano para refrescar sus trabajados pies. 

Un mañana temprano apareció junto a él en la ribera de aquellas aguas su padre con un mensaje claro: “los vecinos te reclaman”. Y Pablo regresó a Torre de Don Miguel convertido en el pastor de la Villa. En 1979, recibió un bonito cuadro de recuerdo por los cincuenta años al servicio de la comunidad. 

Los niños de la juventud de Pablo hablan hoy de sus recuerdos de infancia. En ella el cuerno que Pablo hacía sonar marcaba el ritmo de la jornada para zagales y jornaleros que no se incorporaban a sus quehaceres sin haber escuchado el peculiar sonido de la gran caracola, que pocos como Pablo eran capaces de hacer sonar. 

Su sobrino Paco González fue durante cuatro años rabadán de Pablo y como él también comenzó en el oficio a la tierna edad de once años. Corría el año 1956. Recuerda Paco lo bueno que siempre su tío fue con él, cómo aligeraba su tarea y cómo nunca permitió que el niño cargara más peso del que él arreaba a su espalda. En su memoria, Paco guarda con especial cariño los largos paseos por el campo cuando tío y sobrino cazaban liebres, conejos y lagartos ayudados por sus perros. O aquellos deliciosos gazpachos de poleo cocinados en la dehesa de La Aliseda, junto a la fuente del pantano o a la orilla de La Higuera. 

José Antonio Manchado, mancebo de la farmacia torreznera durante 25 años, recuerda ver volver a Pablo con seis cabritos a cuestas y cómo siempre sabía de qué propietario era cada cabrito sin equivocarse ni una sola vez. “A los chavales nos hacía mucha gracia ver cómo cada cabra se iba para su casa cuando el rebaño alcanzaba la ermita del Cristo y subía por la calle Barrera”. “Siempre me llamó eso mucho la atención”, apostilla. Recuerda también cómo en la fiesta de la patrona, la Virgen de Bienvenida, Pablo y su hermano Gregorio “subían la calle achispados por el vino y cantando sin cesar”. Su yerno, Delfín Miguel Santos, rememora su llegada al pueblo de la que entonces era su novia. “Salimos a tomar un café con mi suegro y Pablo se cogió una buena cogorza”, recuerda divertido con la mirada llena de cariño. “Yo pensaba: la que me va a caer cuando lleguemos a casa, para la primera vez que vengo y la que hemos liado”. Pero no se lió ninguna en casa y el yerno añade: “mi suegro siempre ha dado más de lo que ha tenido”. 

“Siempre fue una familia muy alegre que nunca tuvo problemas con nadie”, apostilla Domingo Pacheco Torres, presidente en su día de la pastoría de la Villa.

“Todos los días, Pablo iba a mi casa a coger cebada para los machos”, añade el presidente. En aquella época, recuerda Domingo Pacheco “el vecino que más cabras tenía sumaba cuatro animales”. En las épocas más boyantes, Pablo llegó a manejar de forma magistral en su rebaño comunal unas 300 cabezas. “Pablo ha sido un hombre que no se metía nunca en cosa ninguna”, resalta Domingo. De su casa llevó el presidente a la Residencia una maravillosa maleta de madera en la que aún guarda las cuentas, documentos y cuitas de la pastoría de la villa. 

Los recuerdos también son excelentes en la memoria de Rosario Herrero, cocinera de la Residencia Virgen de la Asunción durante doce años. “Pablo siempre ha sido un hombre estupendo, de lo mejor de esta casa, que nunca se ha quejado de nada ni ha tenido problemas con nadie”. “Siempre ha tenido una relación excelente con sus compañeros” añade. 

Hasta que se cayó hace dos años, Pablo bajaba todos los días a su casa en el barrio del Teso, a ese mismo barrio donde cada mañana regresaba con un haz de leña cargado al hombro para encender el calor del hogar, un hogar en el que, crecieron sus tres hijas, Antonia, Carmen y Teresa, y donde convivió con su amada Tomasa. 

Este año, Pablo ha cumplido cien años, con la misma salud que le ha hecho legendario. Autónomo en su aseo y manejo diario apenas necesita medicamentos y hoy, como hace cien años, la sonrisa continúa iluminando su rostro anciano. 

Para Tomás Gañan Pérez, compañero de Pablo en la Residencia Virgen de la Asunción, su amigo Pablo “es una buena persona, con una excelente salud que ha trabajado mucho desde primera hora, como todos los de nuestras generaciones”. 

El longevo anciano invitó a todos sus compañeros a un menú especial con motivo de su cumpleaños en el que no faltó la tarta, la paella de marisco ni tampoco la caldereta de cabrito, como no podía ser de otra forma tratándose del cumpleaños del pastor de la Villa. 

Sus compañeros le regalaron un libro de firmas en el que mostraban su admiración y respeto, un gran ramos de flores y algún detalle elaborado con sus temblorosas manos. Valentina Jiménez Jacinto, alcaldesa de la localidad, leyó unas emotivas palabras y entregó al anciano una placa en la que se leía: “Cien años de vida, un siglo de felicidad, 3650 días desde que naciste y hoy a nuestro lado tú estás”. 

 

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