miércoles. 24.04.2024

Sierra de Gata Digital y Sibarigata, continúan colaborando para ofrecerles esta miniguía de setas y rutas de la Sierra de Gata, para que puedan disfrutar durante estos días otoñales de la luz de los paisajes de esta tierra, así como de los frutos que nos regalan sus bosques.

Esta semana buscaremos Parasoles en las dehesas de Perales y Cilleros, así como deliciosos Níscalos entre los verdes pinares que crecen entre Descargamaría y Cadalso.

Otra de las setas deliciosas que podemos encontrar en la Sierra de Gata, es la Macrolepiota procera, también conocida como “parasol”, seta grande y vistosa, que llama la atención por su gran sombrero blanco, que puede alcanzar los treinta centímetros de diámetro. Su sombrero es globoso en su fase joven, al presentarse completamente cerrado, más tarde, lo despliega a modo de parasol, que termina siendo aplanado en su estado más maduro, con mamelón central de color marrón oscuro. Su cutícula seca se encuentra cubierta de escamas de disposición radial, de color marrón oscuro sobre fondo blanco crema. Láminas numerosas y apretadas, son de color blanco puro al principio, oscureciendo en sus estados más adultos. Su pie es cilíndrico y hueco, de base bulbosa, de color marrón uniforme con dibujos zigzagueantes, que dejan ver la carne blanquecina. Dispone de un anillo alto, doble, membranoso, móvil al madurar. Su deliciosa carne es espesa en el centro del sombrero y más delgada hacia el margen, de color blanco y muy tierna, no cambia de color al cortarla. Aroma y sabor agradables que recuerdan a la nuez.  Habita en prados y claros de robledos, así como en algunas dehesas de encina y alcornoque.

En cuanto a su identificación, debemos tener mucho cuidado con no confundirla con las pequeñas lepiotas o con alguna Amanita phalloides, puesto que sería un error mortal, de hecho, la mayoría de envenenamientos producidos en los últimos años, se han producido pensando que recolectaban macrolepiotas, cuando en realidad eran setas mortales que produjeron el “Síndrome faloideo”.

El dato fundamental es el diámetro de su sombrero, por tanto sólo recolectaremos ejemplares de al menos 10-12 centímetros de diámetro en el sombrero, si además observamos que todavía se desplegaría más, pues mejor.  También nos aseguraremos de observar el anillo alto, doble y membranoso, así como las formas zigzagueantes de color marrón que luce la macrolepiota en el pie.

Aunque lo más prudente es no consumir ninguna seta, que nos genere la más mínima duda, en cuanto a su identificación, ya que el envenenamiento en este caso podría ser mortal, desarrolando un “Síndrome faloideo” de terribles consecuencias.

Para poder encontrar parasoles, debemos buscarlos en dehesas, bien de encinas, de alcornoques, de robles o mixtas, ya que es donde vive en simbiosis con las raíces de estos árboles.

Una ruta adecuada sería la que transcurre entre Perales del Puerto y Cilleros, por la carretera que va al cementerio, dejándolo atrás, pronto divisaremos dehesas de encinas y alcornoques, aunque debemos ir con cuidado, ya que algunas albergan toros bravos.  La dificultad es baja-media y son poco más de seis o siete kilómetros, que podemos hacer en una hora y media aproximadamente, llegando a la Ermita de la Virgen de la Navelonga de Cilleros.

La última de las setas comestibles de la Sierra de Gata y muy popular, es el níscalo o rovellón (lactarius deliciosus), ya que además es la última en aparecer, al final del otoño, cuando llegan los primeros fríos.

Se trata de una seta anaranjada que vive en bosques de coníferas, especialmente pinos. Su sombrero es grande y convexo, de hasta quince centímetros de diámetro. Cutícula de color naranja, con algunos círculos concéntricos de color más claro y margen plegado hacia adentro en los ejemplares más jóvenes, se tiñe de verde al roce. Láminas apretadas y decurrentes, anaranjadas que se tornan verdosas al roce igual que el sombrero, especialmente los ejemplares más maduros. El pie es cilíndrico, robusto y corto. De color anaranjado, pero con machas blanquecinas que atenúan su color, también se mancha de verde al corte. Su carne es espesa, blanquecina en estado joven y más anaranjada al corte, que también se torna verde con el tiempo, aunque tiene latex (lactarius), es poco abundante y de color naranja. Podemos encontrar níscalos sin láminas, cuyo sombrero se encuentra deformado y blanquecino por abajo, sin láminas. Se trata de ejemplares parasitados por otro hongo ascomiceto, que lejos de hacerlos incomestibles, los mejora en sabor y textura. Puede confundirse con algún otro Lactarius no comestible, pero se diferencian bien ante la presencia de látex más blanco y abundante en los no comestibles, aunque el posible error, tan sólo nos conllevaría un mal sabor de boca, sin mayores consecuencias, ya que no es posible confundirla con ninguna seta venenosa, aunque por precaución, siempre nos aseguraremos de una exacta identificación.

En este caso, la ruta más recomendable será otra de las que forman el GR10, que transcurre entre Descargamaría y Cadalso, de dificultad media, unos diez kilómetros, que tardaremos en recorrer unas dos horas y media.  Esta ruta tiene como punto de partida la Iglesia de San Julián de Descargamaría, donde se encuentra perfectamente señalizada con los colores del GR10, rojo y blanco, que nos llevará a atravesar olivos y magníficos pinares, donde abundan los níscalos en otoño, bajo las acículas de los pinos.

 En todo caso, disponemos la posibilidad de degustar estos frutos del bosque durante todo el año y sin correr ningún riesgo, ya que en la tienda http://sibarigata.es/ , encontraremos estos manjares, previamente identificados, desecados o conservados convenientemente a sólo un click de nuestros hogares.

En todo caso, disponemos la posibilidad de degustar estos frutos del bosque durante todo el año y sin correr ningún riesgo, ya que en la tienda http://sibarigata.es/ , encontraremos estos manjares, previamente identificados, desecados o conservados convenientemente a sólo un click de nuestros hogares.

IMÁGENES: José Manuel Robledo Vinagre

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