jueves. 28.03.2024

Los musulmanes (I)

Cuando quien escribe estas líneas se dedicaba a la enseñanza ponía gran empeño en hablar de musulmanes y no de árabes porque ese ejército vencedor, casi de inmediato convertido en invasor, estaba formado por dos grupos étnicos bien diferentes: los árabes (que eran los jefes) y los beréberes o moros (que eran la clase de tropa)
Al--jazari
Al--jazari

¿Quién no leyó, e incluso aprendió, en su infancia el conocido romance que dice: “Las huestes de don Rodrigo/desmayaban y huían/cuando en la octava batalla/sus enemigos vencían”?. Esos enemigos que vencían el 26 de julio del año 711 al último rey visigodo de la península después de ocho días de combates eran los musulmanes.

Cuando quien escribe estas líneas se dedicaba a la enseñanza ponía gran empeño en hablar de musulmanes y no de árabes porque ese ejército vencedor, casi de inmediato convertido en invasor, estaba formado por dos grupos étnicos bien diferentes: los árabes (que eran los jefes) y los beréberes o moros (que eran la clase de tropa). Lo único que les unía era profesar el Islam, es decir, ser todos musulmanes y hablar la lengua árabe, necesaria para poder entender el Corán, ya que éste ha de leerse, obligatoriamente, en su lengua original puesto que no son válidas las traducciones, como ocurre con la Biblia. Es, pues, incorrecto hablar de invasión árabe, como sería también incorrecto hablar de invasión beréber les decía a sus alumnos. Y para aclarar más las cosas enfatizaba diciendo que cualquiera puede o no hacerse musulmán, pero no puede hacerse árabe o moro, como tampoco un blanco puede hacerse negro aunque se tueste en la playa, ni un negro puede hacerse blanco por más que lo intentase un famoso cantante ya fallecido. En resumen: que cuando hablemos de quienes vencieron a don Rodrigo hemos de aludir a ellos por sus creencias, pero no por su esencia, y decir, simplemente, que eran musulmanes.

Otro aspecto en el que incidía bastante era el del lugar de origen de unos y otros. Los árabes procedían de Arabia, de Siria, de Egipto,…, es decir de lo que hoy conocemos como Oriente Medio. Los beréberes o moros procedían de la Berbería, que en líneas generales venía a coincidir con los actuales Marruecos, Argelia y Túnez, territorios que los árabes llamaron Magreb (el Poniente). Algún alumno que iba para nota preguntaba el porqué se empleaban dos nombres diferentes para un mismo pueblo norteafricano. La respuesta: nuestros antepasados hispano-godos los llamaban (y los seguimos llamando) moros porque eran lo que su nombre indica: moros o morenos de tez; sin embargo, los historiadores y eruditos, más dados a la precisión y al lenguaje políticamente correcto, los llamaban beréberes porque así los habían llamado los romanos. A ese alumno que iba para nota le decía también que beréberes y bárbaros eran en Roma palabras sinónimas que se utilizaban para designar a quienes según los romanos no decían más que “bar-bar-bar”, o” ber-ber-ber”, es decir hablaban un lenguaje inteligible (nuestro “bla-bla-bla”). Los del “bar-bar-bar” acabaron siendo conocidos como bárbaros o bárbaros del Norte; los del “ber-ber-ber” fueron los beréberes, quienes en pura lógica debieran haber sido llamados bárbaros del Sur.

También solían preguntar los alumnos porque Hispania fue rebautizada por los musulmanes como al-Ándalus. Sobre la vieja teoría que identificaba a ese al-Ándalus con Andalucía y a ésta con la tierra de los vándalos (Vandalucía), bastante artificiosa, se está imponiendo otra, que tampoco está bien contrastada. Parece ser que cuando los visigodos llegaron a España las grandes villas o latifundios fueron divididas en suertes (sort): una parte para ellos y otra para los hispanos. La del godos se llamó gótica sors (en singular). También parece que los godos entre ellos no hablaban latín sino su propio idioma. Según el alemán Heinz Halm esa gotica sors en lengua goda se llamaba landahlauts. Como los musulmanes inicialmente sólo trataron con las autoridades godas y al hablar de tierras a repartir éstas seguían hablando de landahlauts los musulmanes lo único que hicieron fue arabizar ese nombre y aplicarlo a todas las nuevas tierras que iban dominando, de donde resultó al-Ándalus sinónimo de Hispania.

Y después de esas interesantes, divertidas y puede que hasta interesantes precisiones terminológicas, el profesor entraba en materia. Les decía que en un espacio muy breve de tiempo, unos cinco años (si alguien quiere poner alguno más no pasa nada), los musulmanes hicieron lo que a los romanos les había llevado casi doscientos: controlar el gobierno de prácticamente toda Hispania, de toda la península. Casi de inmediato otro alumno también brillante, preguntaba: -¿Y por qué esa diferencia?. Aquí la respuesta no era tan categórica puesto que no todos los historiadores son unánimes al respecto. Como es lógico daba la suya, o una de las suyas: los pueblos prerromanos luchaban por su libertad, el pueblo hispano-godo (sobre todo la rama no goda) a lo más que aspiraba era a librarse de la tiranía. Los pueblos prerromanos vivían mal, pero vivían como querían; el pueblo hispano en la época goda vivía sometido a un régimen tiránico y casi esclavista, le resultaba indiferente quien mandase: siempre sería un espectador y un sujeto pasivo del acontecer político. Incluso puede que los numerosos siervos y el que hoy llamaríamos pueblo llano aceptasen con agrado a los invasores, ya que si los siervos se convertían al Islam pasaban a ser hombres libres; y quien ya era libre si dejaba el cristianismo y se islamizaba pagaba menos impuestos. Y debieron ser bastantes quienes cambiaran de religión porque en eso de los impuestos y la religión siempre ha habido controversias (se dice que en la actualidad hay una poderosa organización que tiene asesores espirituales para que aconsejen hasta donde se puede defraudar a Hacienda sin que sea pecado; el cura de mi pueblo –menos erudito pero con las ideas bien claras- dijo un día en el sermón que los ricos debían dar trigo a los pobres, pero cuando uno de éstos fue a pedirle algo del mucho que tenía la iglesia le respondió que una cosa es predicar y otra es dar trigo).

Bueno, después del rollo anterior vayamos a lo nuestro. Y de Sierra de Gata ¿qué? Lo lamentamos, pero no nos queda más remedio que dar otro rodeo.

El Corán dice que todos los musulmanes son iguales, pero como pasa siempre con los libros sagrados los comentaristas se encargan de hacer decir al Libro lo que el Libro no dice, y en consecuencia todos los musulmanes pasaron a ser iguales ante Dios, que no aquí en la tierra. Y así los árabes, los jefes, se establecieron en las mejores tierras del Valle del Guadalquivir, en las proximidades de Toledo, Mérida y en las mejores vegas, donde convivieron con los mozárabes (los hispano-godos no convertidos al Islam que habían conservado sus propiedades) quienes eran unos importantes contribuyentes (los cristianos pagaban más impuestos), lo que permitía que los árabes llevasen vida fácil. Los beréberes fueron establecidos “en las guarniciones de las ciudades de la Meseta Norte y en las montañas del Sistema Central, tierras de escaso valor económico y alejadas del poder político”, dice el profesor García de Córtazar.

Así, pues, cabe la posibilidad de que en la etapa inicial de la dominación musulmana algunos beréberes se establecieran en la no muy rica Sierra de Gata e incluso cabe la posibilidad que en los lugares más productivos de ella permanecieran pequeños núcleos de población hispano-goda, pagando, eso sí, crecidos impuestos..

Dada la dureza del clima de la Meseta Norte y de las montañas del Sistema Central, y la marginación a la que sentían sometidos, no es de extrañar que los beréberes asentados en España secundasen con entusiasmo la rebelión que sus hermanos de raza más que de fe habían iniciado el año 740 en el Norte de África, y por los mismos motivos. Unos y otros fueron vencidos y obligados a aceptar la situación que, naturalmente, estaban dispuestos a cambiar en cuanto pudiesen.

Entre los años 748 a 753 hubo en la Meseta Norte unas cosechas catastróficas, y por si fuera poco Alfonso I de Asturias no dejó de hostilizar a la región. Resultado: los beréberes, bastante hartos y desengañados, se replegaron violentamente hacia el Sur del Sistema Central y desalojaron de sus fértiles tierras a los cristianos mozárabes, (contra la prohibición expresa de los emires cordobeses quienes representaban los intereses de los árabes) y el año 750, por ejemplo, ocuparon Coria. Ambos bandos se peleaban con entusiasmo.

Este modo de proceder de los beréberes, con el despojo, ilegal y violento a los mozárabes de sus tierras fue en nuestro criterio una auténtica revolución en el modo de pensar de los hispanogodos, quienes además de inventar a Santiago Matamoros pensaron que el inicial período de entendimiento y tolerancia entre ellos y los invasores había terminado. Sus consecuencias se dejarían notar durante gran parte de la Edad Media.

- Que sí, que si, mucha palabrita y mucho rollo, pero de Sierra de Gata ¿qué? dice el lector impaciente.

- Lo siento, amigo; me temo que vas a tener que esperar hasta la semana que viene, porque en ésta se me ha agotado el espacio que aquí, la jefa, la señora Fontán, me concede.

Los musulmanes (I)