sábado. 20.04.2024

A nadie gustaban los repartimientos y, menos aún, si se cobraban para el pago de alguna obra ubicada en un paraje desconocido. Aún con todo, no cabe duda que algunas de ellas beneficiaron a los tres pueblos serragatinos bajo el señorío del marqués de Coria y, por extensión, al resto

Acebo, Hoyos y Perales, eran parte de las Tierra de Coria, comunadas alrededor  de la ciudad y villa de Coria, dentro de la división de las ocho comunidades de “Villa y Tierra” extremeñas. Tierras serragatinas de solariego por su pertenencia a una casa noble, ellas que tanto tiempo presumieron de realengas y de aforadas.

Tierra de señorío, desde finales del siglos XV, la Tierra de Coria adoptó la tradición administrativa de las comunidades de “Villa y Tierra”, convirtiéndose en un sexmo señorial dentro de los tres de la Alta Extremadura: Coria, Plasencia y Trujillo.

El señor, marqués de Coria, delegado regio dentro de esta comunidad dirigió, como ya tenemos dicho, todo lo concerniente a ellas, desde las normas jurídicas que estaban reguladas por el fuero de Coria y por las ordenanzas propias del ducado de Alba, hasta las autoridades gubernativas, judiciales, económicas y militares con una duración en el cargo de un año.

Doce villas y lugares, diseminados en torno a un territorio cercano a los 800 km2, conformaban el sexmo de Coria, dependiente del duque de Alba, marqués de Coria: Acebo, Cachorrilla, Calzadilla, Casas de don Gómez, Casillas de Coria, Guijo de Coria, Hoyos, Huélaga, Pedroso de Acim, Perales, Pescueza y Torrejoncillo. Estaban organizado en tres tercios: el de la Sierra, el de los Llanos y el de la Jamarga.

El Tercio de la Sierra, que es el que estudiamos, estaba representado por un sexmero, elegido por los lugares de Acebo, Hoyos, Perales y Huélaga. Cada localidad individualmente proponía sus alcaldes, sus regidores y sus justicias y, colectivamente, sus sexmeros que luego debían ser ratificados por el corregidor de Coria.

Los habitantes de estos tres pueblos serragatinos se reunían, en la Plaza Mayor de cada pueblo, después de misa, a toque de campana, porque así era la costumbre. Discutían los temas que afectaban a la vida cotidiana de los vecinos y vecinas y elegían a sus representantes, por lo general dos alcaldes, uno por el costado noble y otro por el estado general o de hombres buenos pecheros; cuatro regidores, representando igualitariamente a los dos costados y un síndico general, para un año en el cargo. También solían nombrar alcaldes de la hermandad, para el cuidado y la vigilancia de las cosas relativas al campo. Puestos de acuerdo los pueblos del Tercio de la Sierra, proponían un sexmero.

De los sexmeros dependía el mantenimiento, venta y arrendamiento de las dehesas boyales y baldíos, amojonamiento de ejidos, el control de los ganados de la Sierra, el depositario de Coria, los ejecutores y cobradores de la sisa o impuesto sobre comestibles y la custodia de los archivos municipales. Esta dependencia no era baladí, pues los bienes comunales, incluyendo dehesas boyales y baldíos y la ganadería, sobre todo la bovina, se convirtieron en el bien principal de aquellos tiempos.

La nobleza española, llegó a invertir grandes fortunas, incluidas joyas, en la consecución de buenas tierras y de manadas de ovejas que trashumaban de norte a sur y de sur a norte por las cañadas reales. Luego tanto la tierra, como el ganado, perdieron valor lo que permitió a los pecheros y campesinos, por lo menos a los más pudientes, hacerse con ciertas propiedades. Incluso hoy en día, se asegura que el ducado de Alba consigue fuertes subvenciones de la Comunidad Económica Europea por la posesión de las tierras y arbolado en las dehesas extremeñas.

La jurisdicción señorial permitió, tal como venimos diciendo, a los señores de la tierra cobrar tributos a sus vasallos, nombrar alcaldes y regidores, funcionarios públicos, administrar justicia,  y, en muchos casos, disponer de fueros y ordenanzas. A cambio de todo este poder servían a la corona en la guerra, la diplomacia y los territorios que, de una manera u otra, formaban el reino dependiente del monarca. No estaban, sin embargo, obligados a defender con sus ejércitos los pueblos de su jurisdicción, aunque lo hicieran, ya que esta función correspondía a los municipios. Una diferencia importante sobre los pueblos dependientes de las órdenes militares, obligados a su defensa, sobre todo la de los rayanos, cuya frontera con Portugal no era siempre respetada.

Pasada la Edad Media, durante el Antiguo Régimen (s. XVII y XVIII), todavía perdura la relación medieval de vasallaje entre los señores de Alba y los lugares de Acebo, Hoyos y Perales, lazo que se extinguiría durante el siglo XIX.

Ya tenemos dicho que los duques de Alba, marqueses de Coria, tenia derecho al vasallaje de todos los habitantes de los pueblos bajo su jurisdicción y estos le debían obediencia.

Para apoyar esta tesis mantenidas hasta ahora de obediencia y vasallaje voy a continuar basándome en el estudio de una época determinada, la segunda mitad y final del siglo XVIII, donde todavía se mantenía, anclada en el tiempo, una dependencia medieval con los duques de Alba, marqueses de Coria, sin que nada se moviera en cada uno de los tres pueblos serragatinos sin la atenta mirada del señor a través de su autoridad delegada.

Es importante que veamos primero de qué cantidad de habitantes estamos hablando. Elemento este que, de una manera u otra, es siempre agradecido por la curiosidad lectora.

De la mitad del siglo XVIII (1753), tenemos constancia de lo que sigue:  

En Acebo hay 297 vecinos, que ocupaban 280 casas, de las que 31 están cerradas y 5 arruinadas e inhabitables.  

El número de vecinos que componía la población de los Hoyos era de 233, que ocupaban 248 casas habitables, teniendo 6 arruinadas.

En Perales hay 163 vecinos y dos eclesiásticos, incluido el cura, para 145 casas habitables, 4 arruinadas y cinco pajares.

Ninguno de ellos tiene casas de campo ni alquería alguna y no se paga, por razón de suelo, cosa alguna a la duquesa de Alba, marquesa de Coria, señora de estos lugares. La ocupación del suelo de Propios, por una vivienda, suponía el pago de otro impuesto más para los vecinos y vecinas de algunos pueblos, en este caso se lo ahorraron.

Si aplicamos un índice corrector de 4,5, podemos concluir que el número de habitantes que poblaban los pueblos serragatinos de Alba, en ese año de 1753, era de:

  • 1.336 habitantes en el Acebo.
  •  
  • 1.048 habitantes en los Hoyos.
  •  
  • 733 habitantes en Perales.

Afortunadamente también se conservan datos, de finales de ese siglo XVIII, (1786),  sobre la situación de poblamiento de estos tres pueblos:

El número de vecinos en el Acebo se vio incrementado a la cantidad de 361.

  • En los Hoyos alcanzaría los 282.
  • En Perales, descendería a 136.

    Con el mismo índice corrector (4,5), estaríamos hablando de una población de:

  • 1.624 habitantes para Acebo.
  • 1.269 habitantes para Hoyos.
  • 612 habitantes para Perales.

Unos años después (1791) la demografía en Acebo aumenta a  380 vecinos, entre los que se cuentan 11 clérigos; mientras que, en el lugar de los Hoyos, disminuye a 227 vecinos y en el de Perales a 125 vecinos, lo que supone una cantidad de habitantes de 1.710, 1.021 y 562, respectivamente.

Resumiendo, podemos decir que asistimos a una demografía global para los tres pueblos serragatinos de Alba de:

Asistiríamos a una demografía global para los tres pueblos de 3.117 habitantes (1753); 3.505 habitantes (1786) y 3.293 (1791), respectivamente, en la segunda mitad del siglo XVIII.    

A esta población hay que añadirle, a mediados del siglo XVIII, dos sacerdotes en Perales, un sacerdote y ocho clérigos en Hoyos y un sacerdote, ocho clérigos y veintitrés frailes en el Acebo.

A finales de siglo el Acebo había incrementado el número de clérigos a doce y veintiún frailes. En Hoyos disminuyeron a cinco los clérigos pero aumentaron a veinticuatro los frailes y Perales aumentó a cinco clérigos. Hay que tener en cuenta que, tanto Acebo como Hoyos, tenían convento de frailes.

Fotos antiguas del puente sobre el río Lágina a su paso por el lugar del Acebo, actualmente semisoterrado por la construcción de la Plazoleta del Puente, actual Plaza de Augusto González Lázaro.

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La huella de Alba en Sierra de Gata (IX)