viernes. 29.03.2024

Universo y Espíritu

En la espiritualidad conscientemente vivida por el ser humano está implicado un compromiso de proteger y promover la vida y permitir que continúe evolucionando; no solamente la vida humana, sino toda la vida en su inconmensurable diversidad y formas de manifestación

Espiritualidad y Universo
Espiritualidad y Universo

Las reflexiones provenientes de la física cuántica y de la cosmología moderna, sobre  El Universo sugieren que la conciencia y la espiritualidad son manifestaciones pertenecientes a nuestro universo. Están relacionadas con fenómenos cuánticos que son una manifestación  de aquella Energía Universal de Fondo que está detrás del universo en evolución y que sustenta a todos y cada uno de los seres que existen.

Así como los elementos de nuestro cuerpo surgieron de este  proceso, de la misma forma lo hizo nuestra dimensión espiritual. Espíritu y cuerpo (material) son, en cierta forma, tan antiguos como el universo. Estaban presentes, en forma potencial, en el primer momento de la manifestación primordial, denominada también big bang.

En términos cosmológicos, el espíritu puede ser entendido como la capacidad de las energías primordiales y de la propia materia originaria, formada a partir del campo de Higgs, para interactuar entre sí creando, organizando sistemas abiertos, que se comunican y que constituyen un tejido cada vez más complejo de inter-conexiones, responsables de sustentar el universo en expansión, en complejidad progresiva.

En el primerísimo momento del estallido silencioso (todavía no había espacio ni tiempo para que resonase la gran explosión) surgió el Campo de Higgs, del que tanto se ha hablado  últimamente en la búsqueda de la «partícula Dios» (nombre poco afortunado porque la naturaleza de Dios es todo menos una partícula material). Ese Campo de Higgs está marcado por oscilaciones rapidísimas de energías que son el origen de todas las energías y de las partículas fundamentales (top quarks, protones etc.). Estos establecieron relaciones e interconexiones que, al interactuar e intercambiar informaciones de manera cada vez más compleja, dieron origen a la red de energías que componen todo lo que existe. Podemos entender ese juego de relaciones como el amanecer del espíritu.

Así, el universo está lleno de espíritu porque es interactivo, relacional y creativo. Desde esta perspectiva no hay entes inertes, no hay materia muerta contraponiéndose a los seres vivos. Todas las cosas, todas las entidades (desde las partículas subatómicas a las galaxias) participan en cierto modo del espíritu, de la conciencia y de la vida.

El espíritu visto como la capacidad de las energías y de la materia para interconectarse e intercambiar informaciones entre ellas puede ser entendido también como vida. El principio de vida, por lo tanto, estaba presente desde los inicios del proceso de formación del universo. Esa vida se fue haciendo más y más compleja a medida que el propio universo avanzaba, se expandía  hasta adquirir la forma de una bacteria, de una célula, de un organismo y de un ser consciente.

Si vida es relación,  en alto grado de realización, entonces su opuesto no es la materia, sino la muerte y la ausencia de conexiones. La materia no es «material» sino que, por la teoría de la relatividad de Einstein, es un campo profundamente condensado de energía, de interacción y de información.

La espiritualidad es el empoderamiento máximo de la vida bajo las más variadas formas. En la espiritualidad conscientemente vivida por el ser humano está implicado un compromiso de proteger y promover la vida y permitir que continúe evolucionando; no solamente la vida humana, sino toda la vida en su inconmensurable diversidad y formas de manifestación.

Para que vivamos el cosmos como un ser vivo, para que vivenciemos la Tierra como Gaia (la Gran Madre, la Pachamama de los andinos) es preciso sentir estas realidades y la propia naturaleza de la cual somos parte como fuentes vivas de energía y entrar en comunión con todos los seres considerándolos como parientes, porque, todos tenemos el mismo código genético de base. Efectivamente, todos somos hermanos.

No basta con que seamos racionales y religiosos. Es más importante que seamos espirituales, en comunión con el Espíritu Universal y Cósmico, sensibles a los otros, dispuestos a cooperar con nuestra creatividad y a respetar a los otros seres de la naturaleza, es decir, tenemos que ser auténticamente espirituales.

Hasta otro día. 

Un abrazo.

Agustín.

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