miércoles. 24.04.2024

156. Culpas y disculpas

Quien comprende no juzga. Y donde no hay juicio no hay culpa. La justa comprensión haría innecesario el perdón

La culpa no te lleva al éxito
La culpa no te lleva al éxito

Siempre que te disculpas, crees haber conseguido un refugio. La disculpa es como la puerta de entrada a una caverna. Pero cuando te disculpas en realidad estás perdiendo el control.

Tú puedes explicarlo, tú puedes hacerte comprender, tú puedes ser comprendido, pero las disculpas suponen reconocer que en ti hay una culpa y reconocer que hay una culpa es un anclaje al pasado, es juzgarte porque antes de disculparte ya te sientes juzgado y culpable. Es, en otras palabras, asumir la postura de la víctima.

La disculpa es muy común en nuestras relaciones humanas cotidianas, en la ética de las relaciones de la superficie y de  la apariencia, ese tipo de perdón dicho sin sentirlo, a la carrera, automático, es una modalidad de la cultura de la forma que se quedó anclada atrás, en la culpa, en la disculpa y hay tanta culpa que ya entonces por anticipado estamos pidiendo perdón. Pero di no existe la culpa no existe el perdón.

Esto tal vez pueda parecer escandaloso, yo creo que se ha hablado demasiado del perdón porque hemos insistido demasiado en la culpa. Y como la energía sigue al pensamiento, no podemos hacer tanto énfasis en el perdón sin hacerlo en la culpa.

Pero quien comprende no juzga. Y donde no hay juicio no hay culpa. La justa comprensión haría innecesario el perdón.

Bueno sería que existiera un mundo donde no tuviéramos que disculparnos, donde ya nos sintiéramos todos limpios para no tener que lavarnos tanto –como Pilatos- las manos. Un mundo en al que simplemente pudiéramos aceptarnos, como somos, sin juicios y sin prejuicios, un mundo donde no fuera necesario invertir tanta energía para separarnos.

Resolvemos las culpas cuando aprendemos la lección, cuando hacemos la vida  significativa. Y la lección de la culpa es la lección que nos enseña esa parte que llevamos dentro, que algunos definen como la sombra, o la bestia o el demonio, que en definitiva podríamos ver como un maestro. O comprendes que la bestia es la mejor parte de tu vida, una parte de ti mismo, o tienes la pelea perdida.

Y por eso hemos de comprender que lo que hacemos al luchar contra todo eso, contra las tendencias y los  impulsos no nos conduce a la victoria. La solución no está en luchar contra todo eso, sino en abrazarlos, en acogerlos, en aceptarlos, en llevarlos al corazón, en comprender que es una parte de ti mismo y que sin esa parte nunca estarás completo. En que esa parte de ti que te pincha, te está dando en toque de atención para cambiar algo que en el fondo, no aceptas.

No temas al mal, no tengas temor de tu sombra, no tengas temor de tus espinas, en ellas puedes encontrar lo mejor de tu vida. En las propias sombras es donde la Luz adquiere ese colorido único, que da el sentido a tu vida.

Hasta otro día amigos

Un abrazo

Agustín

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156. Culpas y disculpas