viernes. 29.03.2024

110. Reflexiones (IX)

El ser humano debería de preguntarse de vez en cuando: ¿yo en qué creo? Y luego debería ser coherente con la respuesta. He podido comprobar cómo el amor es capaz de unir a las personas para, entre todos, conseguir recuperar a enfermos que la medicina oficial había considerado imposible de recuperar o sanar

Reflexiones ix

A veces cuando reflexiono sobre los seres humanos que habitamos este planeta, me he dado cuenta de que además de ser olvidadizos, lo que les lleva a repetir de manera recurrente los mismos errores, tampoco ejercen la recomendable práctica de cuestionarse de vez en cuando sus creencias.

Damos por supuesto que aquello en lo que un día pusimos nuestra fe, sigue inmutable, y que es posible que el objeto de nuestras creencias no haya cambiado, pero ¿y tú?, ¿has cambiado?, ¿sigues pensando igual sobre todo aquello en lo que creías?

Esto lo digo porque me sorprende ver como muchos que han llevado una vida, entregados fielmente a una práctica religiosa, sin cuestionarse ninguno de los preceptos que su religión le ha inculcado, cuando se enfrentan a una enfermedad grave, a un fuerte revés económico, a la propia muerte o a la de un ser querido, su fe se tambalea, el miedo sustituye a la seguridad en su divinidad y buscan desesperadamente un remedio a sus males más cerca de lo tangible, de lo que se puede manejar en el mundo material.

Pero también me ha sorprendido lo contrario, ver como personas que nunca han hecho ostentación de religiosidad, y que, ante las mismas circunstancias, reaccionan de una manera más coherente, sacando de dentro recursos internos que le llevan a enfrentarse a esas circunstancias adversas con un espíritu alejado del victimismo y más cercano a la conexión con las fuentes de donde todo procede, incluida la sanación del cuerpo y el alma.

El ser humano debería de preguntarse de vez en cuando: ¿yo en qué creo? Y luego debería ser coherente con la respuesta. He podido comprobar cómo el amor es capaz de unir a las personas para, entre todos, conseguir recuperar a enfermos que la medicina oficial había considerado imposible de recuperar o sanar.

La fe en las fuerzas cósmicas, en la creencia -tantas veces expresada- de que el amor todo lo puede, es un camino que el ser humano actual debe recorrer para alcanzar la seguridad en el camino que forma su propia vida, alejándose de vaticinios y previsiones catastróficas, que hablan de un final del mundo a plazo fijo.

Todo está por hacer, pero todo también debe ser hecho en un ambiente de libertad, de consciencia, de justicia… pero sobre todo de creencias firmes, lejos de manifestaciones sectarias, sean estas de tipo religioso, político o económico.

Por último decir, que el camino de la vida es el camino que indica el corazón, porque el corazón no entiende de otra cosa que no sea el mundo de las emociones, de la comunicación profunda con otros seres humanos y de la relación con todo aquello que forma parte de lo “superior”.

Esas son creencias internas que forman parte del ser humano independientemente de su origen, raza o condición social, y para vivirlas solo hay que preguntarse de vez en cuando, con la mano en el corazón: y yo ¿en que creo realmente? Y actuar en consecuencia.

Hasta otro día amigos.

Un abrazo.

Agustín.

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